Me tuve que ir |Carta

Una carta para alguien que no veo hace tiempo.

Andrés Agui-Ram
5 min readJan 11, 2021

Mira deja te explico, la tarea era escribirle a alguien que no he visto en mucho tiempo y te juro que llevo días dándole vueltas. Es que me la he pasado pensando para quién sería y al final no encontré un destinatario.

¿Qué te digo? ¿Acaso no he dejado de ver a alguien? Sí claro, a muchos.

A veces es verdad que la amistad es un castigo. A mi Dios ya me partió en más de dos el día que traicione a un amigo. Y no te miento, ya pasado el tiempo sigo brindando por todos los que se han ido.

La vida, poco a poco me fue convirtiendo en un nómada, y de error en error fui formando mi camino; para algunos un ejemplo, para otros un error, una motivación, una aventura, una envidia, una inspiración, un engaño, una nostalgia, un amigo, un maestro, o un recuerdo. Entre definiciones fui creando de mi mismo un personaje: un andariego que constantemente se ha ido trasladándose de lugar a lugar, de persona a persona, de incendio en incendio. Y como aquel que huye de su casa en llamas, por más que quiera volver hacia atrás, sabe que ya es tarde para regresar.

He perdido amigos, tiempo, oportunidades y dinero. Te juro que lo que más duele es lo primero.

“Elijah in the Desert” es una pintura al óleo sobre panel de 1543–1547 de Daniele Ricciarelli da Volterra. Es una pieza de una serie de pinturas del artista ahora en la Galería de los Uffizi en Florencia.

Han sido tantos a los que deje de ver, y otros más que me han dejado atrás que, tristemente, a todos les podría decir solo una frase: Lo siento por el desastre, pero me tuve que ir.

Ya te digo que solo eso, aunque a mi me es suficiente para estar tranquilo, no creo que me alcance para una carta….

Y es que hay que ser sinceros si en el pasado me aleje de alguien — más bien hui — fue porque soy consciente de que lo he lastimado, sí no porque otro motivo me alejaría (?). Esta entendido que por más que el fuego ilumine cuando empieza a quemar es mejor alejarse; y es que, bajo esa linea, si alguna vez fui fuego, yo preferí apagarme.

Además, ¿Qué se le dice a quién no quiere escuchar? Mejor aún, sí no lo dije en su momento ¿Qué voy a decir ahora después de tanto tiempo? Pues, aunque conozcamos bien el refrán « a palabras necias oídos sordos » me ha funcionado mejor ir hacía el lado contrario: a oídos necios palabras sordas.

Vamos, si hubiera tenido que escribir esta carta un par de años atrás, podría enlistarte cada risa, cada momento compartido y cada obstáculo superado; por detrás ten por seguro que no faltaría el dolor de lo vivido y el agradecimiento por todo lo aprendido. Pero ahora, pasado el tiempo, después de bañar en oro las grietas de mi desorden, poco me importaría si alguna vez te toco ver que no fui la mejor versión de mi. Perdona si sueno egoísta pero tampoco te voy a engañar, hace tiempo que deje de buscarle sentido al ser. El alma del hombre es un péndulo que se balancea entre los extremos del bien y del mal. Y si por alguna u otra razón todo tiene que salir mal, aceptaré lo que me toque, calcularé las consecuencias y atesorare lo que me quede.

Seguramente a ti, que alguna vez lastime, poco te valdría esta pobre intento de disculpa y me parece de lo más normal. Digo después de tanto, apostaría a que ya cualquiera estaría disfrutando de su propio camino.

Te juro que me hubiera gustado que esta carta hubiera sido escrita por intención propia y no por encargo. Así como tambien que te hubiera llegado años antes y no ahora cuando creo que ya estas palabras no tienen significado. Seguramente así esta carta tendría menos egoísmo y más corazón.

El día que me propuse escribir esta carta también me propuse ver a una persona a la que bien le podría quedar esta carta. La pasamos bastante bien. Entre risas y miradas nos contábamos todo lo que había sucedido en nuestras vidas desde la ultima vez que nos vimos. Vamos, desde la vez que salí huyendo. Tanto habíamos cambiado que me fue fácil pedir perdón por el incendio causado. Andrés — me dijo — no te mentiré, en su momento te agarré mucho coraje, pero ya me han pasado tantas cosas más importantes que aprendí yo misma a ser fuego.

Sonreí toda la noche. Ya ni te cuento como iluminaba.

Que en verdad nunca supe del todo si me había perdonado. Lo que si supe es que, si alguna vez lo fui, ahora yo ya no era importante. Me sentí aliviado. Una persona más me dijo que a veces uno necesita ese mensaje, esa última platica o esa disculpa para poder continuar. Pero claro, no todos lo necesitan — me aclaraba y continuo diciendo — ,depende de lo mucho o poco que significo para ti la persona que te lastimo.

Quizá por eso me sentí tan bien esa noche, restar el significado no es más que una forma de redimir. Ojalá tu tampoco me consideres ya importante. Ojala que después de mi te hayan pasado un sin fin de cosas más emocionantes, más intensas, más divertidas y más alegres. A tal grado que, si algún día signifique algo, al día de hoy yo ya parezca insignificante.

Aunque claro, eso para mi comodidad no sería más que otra forma de seguir huyendo.

¿Ya que más te digo? Llevo una vida aprendiendo a decir lo siento. Y si una cosa he aprendido en este recorrido a contradirección es que, tropezando mis pies consiguieron llevarme al lugar donde estoy. Como un profesor que araña mi piel aprendí del error cuando me equivoqué. Si pudiera volver a nacer, volvería a fallar otra vez.

«Cada día era Carpe Diem y la verdad me sentía bastante bien, pero me tuve que ir.»

Si tienes que alejarte de alguien para puedas acercarte más a ti, hazlo. No te sientas egoísta por elegir tu paz mental. Poco me vale, si ese alguien soy yo.

--

--

Andrés Agui-Ram

Me dicen el extranjero. Harto de no ser blogger. De niño quería ser revolucionario. Escribo por las noches para poder dormir de día.